¿Para qué nos vamos a engañar? Algunos tenemos pocas esperanzas de lo que el equipo Quirós, el nuevo alcalde, prepara para el futuro, pero como el futuro es futuro habrá que dejar que pase el tiempo. Es lo que decían no hace mucho los de esta casa, que no se iban a meter con Triple Q (querido quirós quesito) hasta la Castañada, nunca mejor dicho. Y yo voy a seguirlos, que para eso son los que me pagan un dineral por escribir aquí. Así que no hablaré del presente ni del futuro, pero tengo permiso para hablar del pasado. Por cierto, hablando del pasado: he visto que los eFICaces de esta casa le han cambiado el título al título de toda la vida: L’Estaca, revista de l’Hospitalet. Pues ahora ni es revista ni es nada, es solo Periodisme Crític, o sea que ahora empieza a ser algo de periodismo porque… si no es crítico, no es periodismo ni es nada y eso no me lo enseñaron en ninguna Facultad, que lo aprendí en la vida.
A decir verdad, antes si eras crítico te abrían un expediente. Ahora hay que ser algo crítico para ser alguien. Pues eso está bien. Mejoramos hasta en esto tan gris que es la información. Pero vayamos al mejunje. Lo que no se pudo recomponer en tres años se acaba de recomponer por sorpresa en tres horas. Por sorpresa, porque como no soy militante, ni acólito, ni funcionario, ni activista elegante de alguna entidad militante o acólita del socialismo local, me enteré el mismo sábado de que los socialistas hospitalenses ponían fin a la gestora y elegían una dirección digna de tal nombre con casi los mismos de la gestora. Es decir, todo rapidito, sin oleajes y sin sorpresas, que para eso ya está Triple Q. Habemus primer secretario, que es el hasta ahora presidente de la gestora y hay algunos cambios porque el alcalde quiere tener controlado el aparatito y ha metido a su gente “para no repetir los mismos errores”, según dijo. “Necesitábamos tiempo para madurar” y desde que él es alcalde, se ha madurado de golpe. A base de “concordia”, porque hasta ahora lo que había era solo “fraternidad” y eso es muy poca cosa para unir pedazos.
El objetivo del aparatito es “atraer talento” porque como dijo Willy Brandt — al que cita mucho Triple Q—, nuestro idolatrado papá socialdemócrata, “necesitamos a los mejores”, por eso en su día apostó por Felipe González, que entonces era de los mejores socialistas y hoy es de los mejores ultrareaccionarios y así nos fue entonces y ahora.
Triple Q explicó en la clausura del quince congreso, que es el momento de las nuevas ideas (y allí estaba la senadora Marín, la de las viejas ideas) y que es mentira que los socialistas de l’Hospitalet sean los responsables de una ciudad masificada y de alentar la especulación urbanística. Y para eso echó mano de los datos: el 87% de lo construido en la ciudad se construyó durante la dictadura y de eso, los socialistas no podían ser responsables.
Cierto, los socialistas del momento no pudieron ser responsables de lo hecho durante la dictadura porque en esa época ellos no existían y sus padres estaban de vacaciones.
Cuando sus padres volvieron de vacaciones y les inculcaron sus ideas a los que desde entonces han gobernado, edificaron el 13% de lo que no existía. Es decir, si el franquismo se comió una parte substancial del territorio, era esperable que lo que venía después reparase la desgracia, no que sobre la desgracia se echara más cemento.
Pondré unos datos elocuentes sobre la mesa y después sacaremos conclusiones. En 1960, según datos estadísticos de Idescat, vivían en la ciudad 122.813 personas y existían 26.570 viviendas. Debemos recordar aquí que la ciudad creció desde los años 20, cuando todavía Franco estaba en África matando gente. Creció desmesuradamente y se dejó arrebatar por Barcelona la mitad de su término municipal, sin que al alcalde de entonces, el que hoy lleva el nombre de la principal Rambla de la ciudad —él o su padre, ya me he perdido—, moviera ni el meñique, no fuera caso que el rey se lo metiera en la nariz. Ya en los 60, Franco descubrió el desarrollismo y la ciudad se volvió a llenar de obreros del sur y de especuladores del norte capitalino. Para 1970 la ciudad había casi duplicado su población y había construido 40.000 viviendas más hasta superar las 66.000. Cuando nacieron los ayuntamientos democráticos, en 1979, no hay datos fidedignos pero habría alrededor de 290.000 habitantes, unos 50.000 más que en 1970, de modo que por una simple regla de tres, quizá habría entonces en torno a 79.000 viviendas. Una auténtica barbaridad que hizo inevitable el grito ciudadano de “ni un bloque más”, en la ciudad de los bloques…
Durante los primeros 4 años de esos ayuntamientos, mientras PSC y PSUC se vigilaban de reojo, no hubo nuevos edificios ni vieja especulación: parecía que se había aprendido la lección y que lo último que crecería en la ciudad sería el cemento. Desde entonces hasta ahora (2023) se han construido en la ciudad 31.000 nuevas viviendas, el 77,5% de las que se construyeron en la década más dura de la inmigración de los 60. Con la diferencia de que entonces había en la ciudad 122.000 habitantes y ahora nos acercamos a los 300.000.
Cualquier ayuntamiento de izquierdas que pretendiera mejorar su ciudad, ofrecer calidad de vida a sus habitantes y revertir la dramática historia de un territorio esquilmado por propios y extraños, hubiera sacralizado —el término es irreversible— la noción de no construir un palmo más. No se les puede perdonar a los burgueses ilusos locales de los años 20, catetos y sinvergüenzas, que vendieran la ciudad al mejor postor; todavía menos a los vencedores de una guerra civil que sabían por qué habían vencido: para masacrar la tierra y a sus habitantes. Pero no se nos puede pedir que nos olvidemos de los que llegaron después: ellos son los auténticos responsables de haber convertido l’Hospitalet en la ciudad más densa de Europa y un lugar donde los habitantes más conscientes de su realidad intentan huir en cuanto pueden. Será imposible olvidarlos y será imposible perdonarlos. El año pasado había censadas 110.488 viviendas y todavía falta contabilizar las de Cosme Toda y las del biopol y todas aquellas decenas que se siguen construyendo donde no cabe una cucaracha.
Triple Q: los socialistas que llevan gobernando 45 años esta ciudad son los responsables absolutos del caos actual y solo hay una manera de revertirlo: revirtiendo sus políticas. Como sigáis transformando la ciudad —como prometiste ayer en el congreso—, con la misma pasión con la que lo hicieron los precedentes, dejaréis un rastro imposible de olvidar por los siglos de los siglos. Amen.
Así que, cohesión social urbana, lucha contra el cambio climático, servicios públicos de calidad, seguridad y convivencia y el empleo de calidad, que son los retos que el nuevo alcalde ha propuesto, obligan a un único objetivo: acabar con la edificación y recuperar suelo libre. O eso, o palabrería. Y no solo sirve para los que mandan. También para los que aspirar a mandar. Desde sus filas, o desde las de los herederos del “ni un bloque más”. A ver si nos aclaramos…