Entrevista Marco Antonio López, autor de ¡Dale Caña, Torete!, que participará el próximo 3 de junio en el ciclo de Cultura Quinqui organizado por Narratives Perifèriques en el Espai la Figa de l’Hospitalet de Llobregat.
Ana Vallina Bayón
Hay etiquetas que se fijan a la piel y a los paisajes y deshacerse de ellas provoca el escozor que da levantar un esparadrapo. Tanto tiempo, tan pegada a la piel. Algo le hace sentir como propia al organismo. La palabra “quinqui” es de aquellas etiquetas que se adhirieron a los barrios de l’Hospitalet de Llobregat durante las décadas de los 70 y 80, como al resto de los barrios de la periferia de Barcelona o Madrid. Estereotipos, estigma, y después, reapropiación con orgullo de las personas, barrios y comunidades etiquetadas.
El cine quinqui supo canalizar y rentabilizar aquel concepto, convirtiendo una estética de vaqueros ajustados, tatuajes y tirantes; una pobreza que no cesa alrededor, una delincuencia como antídoto al aburrimiento; y una rebeldía juvenil, ácrata y nihilista, en un auténtico fenómeno de masas, con ecos que aún hoy resuenan. Y, de paso, convirtió a sus protagonistas en estrellas de la gran pantalla.
Torete y el Vaquilla son dos de las figuras más conocidas del fenómeno quinqui del extrarradio de Barcelona, y tienen su propio vínculo con l’Hospitalet de Llobregat. Una de las escenas de Perros Callejeros, hito cinematográfico y primera de la saga de películas del polémico director De La Loma, fue rodada en Bellvitge. Concretamente, en la esquina del antiguo cine Lumière, donde ahora está el bar La Flama. Para conocer más sobre quién fue Ángel Fernández Franco, Torete, su mito, su persona y su familia, pero también para hablar de una época, de la historia de la Mina o el Campo de la Bota, de extrarradio, de los estragos de la heroína o de la voracidad de la industria del cine entrevistamos a Marco Antonio López Vilaplana, autor de “¡Dale Caña, Torete!. Vida de Ángel Fernández Franco“.
¿Por qué decides escribir este libro ahora y por qué la familia, por primera vez en 40 años, accede a explicar la historia de Torete?
Yo soy de Badalona sur, del extrarradio. Allí todos hemos visto las películas de Perros Callejeros. Incluso, aunque él pertenece a una generación anterior a la mía, teníamos conocidos en común en el barrio. Me sorprendía que nadie hubiera escrito un libro sobre él, cuando hablamos del mayor icono del cine quinqui. Se vendían camisetas con su cara, reponen películas en televisión y sacan colecciones en Blue Ray… en cambio, en la Wikipedia la historia de su vida se reduce a su vínculo con las películas, y a decir de él que fue un delincuente juvenil muerto de sida en el 91. En el barrio todavía se escuchaban anécdotas de muchos que dicen haber sido amigos o haber coincidido con él. Así que, a través de grupos de fans, que existen, en Facebook, conseguí contactar primero con su sobrina, y luego con su hermana, quien accedió a tomar un café conmigo. A partir de esa primera conversación, la familia comenzó a abrirse más y pude hacer más entrevistas. En total son más de 200 los testimonios que he podido recoger. Ha sido la primera vez que hablan de su hermano después de 40 años. Han tenido ofertas económicas de televisión que han rechazado, pero creo que quizás ha pasado el tiempo suficiente. Es una familia que ha sufrido mucho, han enterrado a 4 hermanos muertos jóvenes por el SIDA. La madre de Ángel enterró a 4 hijos. La heroína hizo estragos esos años en toda una generación y en algunos barrios.
Comentas que sigue habiendo el recuerdo en el barrio de Torete ¿Qué mito o imagen sigue viva de él?
Ellos eran héroes para los chicos. No sólo en Badalona, o en la Mina, o en el Besós, también en sitios como l’Hospitalet o Madrid… Aún hoy, Ángel tiene un séquito de seguidores, por lo que representaba, por el rumbeo, por la estética, no desde mundo de la delincuencia… en su nicho la gente le sigue dejando mensajes en papelitos: “Eras el mejor”, y nunca ha sido profanado, como sí ha sido el del Vaquilla. Él era un referente de una generación desencantada. Ángel Fernández, cuando se convirtió en Torete, fue todo un sex symbol, protagonizó la portada de Fotogramas y la segunda película más vista en el 1977 en España, solo por detrás de Supermán. Ángel formaba parte de los chicos rebeldes que robaban coches por diversión, por poder conducir un coche lujo ya que, la única forma posible de hacerlo para ellos era robarlo. Eran delincuentes juveniles que después de los coches, robaban bolsos para pagar la gasolina, y que acabaron también robando bancos. Ángel no, pero otros de estos jóvenes también cruzaron fronteras con crímenes de sangre y violaciones. Las películas también limpiaban mucho la imagen, porque siempre la culpa era de la policía. Pero Ángel Fernández, a diferencia de otros compañeros, no necesitaba delinquir para sobrevivir. Él llega a este mundo por su apego a los coches y por juntarse con malas compañías, como El Vaquilla.
¿Quién era Ángel entonces?
Ángel Fernández vivía con sus siete hermanos y su madre en La Mina. Su padre les había abandonado. Era una persona tímida, no hablaba demasiado, pero con mucho carisma. Su familia venía de la barrio del Campo de la Bota. A su abuelo le llamaban el Trompeta, y él era “el Trompetilla”. Este era su apodo en el barrio. No Torete. Cuando era niño acabó sus estudios, destacó en el fútbol -llego a jugar en segunda B- y en la música. A los 10 años tocaba en un grupo junto a dos artistas y amigos, El Aragonico y Pepe Porras, que años más tarde consiguieron ser número 1 de España con su tema ‘Qué cara más bonita tiene esa niña’. Ángel medía 1,93, era un tío guapo y presumido. Todo el mundo le recuerda como alguien encantador. También me quedo con que tuvo muy mala suerte, cuando intentó rehacer su vida y descubrió que tenía SIDA; cuando no pudo viajar a grabar la película Ilegales en Hollywood para que la que tenía el contrato ya firmado por su problemas con la justicia. También porque de La Loma le explotó todo lo que pudo y le pagó mucho menos de lo que le prometió, a pesar de la gran cantidad de dinero que hizo con las películas que él protagonizó.
Este libro está dividido en dos partes. La primera de ellas, ya publicada, habla de la vida de Ángel hasta que se convierte en Torete, y aunque hoy en día es un objeto culto difícil de conseguir, pronto tendrá una reedición. En la segunda parte del libro explicarás sus últimos años a partir de conocer al director de cine José Antonio de La Loma. Pero, ¿Cómo llega este chico de La Mina a ser Torete?
Él se encuentra en Badalona solo con los hermanos. El hermano mayor está en la mili. José Antonio de la Loma ya había grabado una película en el Campo de la Bota que se llamaba ‘La redada’. Aquí hace contactos con los patriarcas del barrio. La delincuencia juvenil está disparada, es un fenómeno nuevo, aún con Franco vivo. Lo que quiere plasmar José Antonio es la vida del Vaquilla y su pandilla. Pero, De La Loma no es capaz de encontrar al Vaquilla, que está escondido, y Ángel sí sabe dónde localizarle, así que acaban los dos en el casting y de La Loma enseguida ve las diferencias entre ambos a la hora de poder protagonizar la película. Ángel sabe leer y hay que memorizar guiones; el Vaquilla es analfabeto. También destaca el gran carisma y presencia de Ángel. No obstante, en la película no veo por ningún lado la vida real del Vaquilla. En primer lugar, Torete es payo y Vaquilla es gitano; en segundo lugar, el personaje de Torete tiene un homicidio aquí, en el cine de Bellvitge, donde matan al Esquinao y a otro; le amputan el pene, le tiran por el balcón, se fuga con una gitana… nada que ver con la vida del Vaquilla. Lo que ponen en Torete es una sinécdoque: es decir, reúne a todos los delincuentes de esta época en solo uno… Cada delito que se recoge en la película es de una persona diferente.
¿Cómo vive Ángel convertirse en Torete?
Mal. Muy mal. No le gusta nada que le llamen Torete. Le empiezan a coger manía los vecinos, tiene que cambiar de piso. Hay gente que busca enfrentamientos con él para ser más vacilón que “el Torete”. De La Loma explota el apodo al máximo, y a Ángel no le gusta nada todo aquello y pide incluir su nombre real en los títulos de las películas. Pero el director exprime la gallina de huevos de oro de Torete hasta límites insospechados, aprovechándose de una familia humilde.
¿Cómo acaba rodándose Perros Callejeros en Bellvitge?
Fundamentalmente porque en La Mina una gran mayoría de vecinos se opusieron al rodaje y lo boicotearon. Se suponía que parte de la película explicaba la vida de Pedro, el loco de La Mina, que no tenía nada que ver con los actores. Durante el rodaje, Pedro atropelló mortalmente a una señora y fue la gota que colmó el vaso y echaron a los del rodaje de La Mina. En Bellvitge, José Antonio de la Loma encontró unos edificios parecidos, un barrio con ciertas similitudes con La Mina, con sus propios “Toretes”, y eso le bastaba para rodar aquí.
¿Cuáles serían los patrones que identifican a la cultura quinqui que simbolizaba Torete?
Extrarradio, desarraigo social, el adulto y la policía es el enemigo, y el aburrimiento. Haciendo el libro leí una entrevista a cuatro chicos en un reformatorio y explicaban que robaban el coche básicamente por divertimento. Es esa forma de vivir rápido, veo una fábrica abandonada y me meto dentro. Cuando hablamos de La Mina es el desencanto generalizado de un barrio. Los vecinos que salieron de la barriada del Campo de la Bota, donde había teatros, restaurantes, escuelas, sentían que “para venirme aquí, ¿Por qué no me han dejado en la barraca?”. En su antiguo barrio estaban mejor. La Mina sigue siendo el barrio con el mayor porcentaje de menores de edad de toda Catalunya, llegando al 50% de la población en ocasiones. Esos chicos juegan, esos chicos se aburren. La calle es una opción. En el caso del Vaquilla venía de una familia totalmente desestructurada, pero Ángel tenía otro entorno.
Ese desencanto juvenil, hoy en día, ¿Puede tener que ver con cierto resurgir del imaginario quinqui o con otras formas de expresión cultural donde la rebeldía juvenil contra la autoridad desde los barrios es parte de su identidad? Por ejemplo, el drill que representa Morad, artística de aquí de l’Hospitalet ¿Qué cuestiones de la cultura quinqui se están revisitando ahora?
Desde el desconocimiento de las generaciones nuevas -lo siento, no sé quién es Morad- creo que la industria ve sexy al mito del delincuente juvenil. No podemos olvidar que la mayor explosión de delincuentes juveniles de los historia fue en los años 50 con el rock and roll, Rebelde sin Causa, salvaje de Marlon Brando… Incluso Elvis, que fue el primero en vender 1 millón de discos con esta estética en ‘El barrio contra mí’. La vinculación es con una clase desencantada. Prefiero pensar que la juventud de hoy en día es maravillosa y que la delincuencia no se puede blanquear de ninguna de las maneras.
¿Qué querías explicar en tu libro? y después del proceso de escritura ¿qué explica tu libro?
No difiere mucho el resultado a la idea original. Lo que quería plasmar lo plasmo. Pero, claro, queda la mitad. Queda la parte de sus últimos años hasta su etapa final, cuando abandona la delincuencia e intenta empezar de nuevo regentando un bar en Murcia. En esta primera parte, ya publicada, encontramos la procedencia de su familia y barrio, desmitificamos cosas. Quiero que los lectores disfruten, hay anécdotas muy buenas, y que sepan la verdad. No tiene por qué caer bien. Hay gente a la que han hecho daño y no tienen por qué perdonar. Este libro no blanquea, le intento dar un toque de gracia y no quitar fuerza a lo dramático. Pero sobre todo no juzgo, cuento los hechos.
¿Cómo vive la familia las detenciones y delincuencia de Ángel Fernández?
Un drama. La madre sufrió mucho. Después de ser Torete, además, Ángel era muy perseguido. Todo el mundo hablaba de él. A veces le llamaban para decirle que estaba detenido cuando estaba durmiendo en su habitación. Eran unos niños. En el libro entrevisto también a una enfermera que curó unas heridas de bala a Ángel después de una persecución tras saltarse un control policial antiterrorista contra ETA en Mataró, en 1974, y llegan conduciendo en dirección contraria hasta Badalona. La guardia civil mata al chaval que conducía el coche y él llega herido al hospital. Esta enfermera solo recuerda que no podía creerse que esos niños hubieran protagonizado esa escena: “si son muy pequeños, son muy pequeños”, recuerda que solo acertaba a decir aquel día.
Otros testimonios recogidos en el libro también nos cuentan que los compañeros de la mili en Melilla de Ángel Fernández se sorprendían cuando se quitaba la camiseta porque tenía toda la barriga rajada. Él y los otros chavales que delinquían, cuando les detenían, se autolesionaban para no pasar por la comisaría de Via Laietana, a la que le llamaban “el matadero”. Su objetivo era poder pasar siempre directos a la enfermería de la prisión. Hay que destacar también que nunca le pillaron por atracar un banco, y atracó unos cuantos. Llevaba un pasamontañas. Lo pillaron haciendo otras cosas, pero nunca por algo así.
Pero, lo que destruye a Ángel y a su familia es la heroína. El primer hermano en morir fue Rafael, pero luego murieron 4 hermanos enfermos de SIDA. Ángel intentó varias veces salir de allí, era una época de desinformación total y de consumo sin ninguna higiene. La heroína destruyó las vidas de mucha gente en los barrios del extrarradio y en las cárceles.
El próximo 3 de junio participas en el Ciclo sobre cultura quiqui que organiza Narrativas Perifériques en el Espai La Figa de l’Hospitalet ¿Por qué animarías a la gente a asistir a la mesa redonda?
Creo que hablaremos de una parte de la historia que hay que conocer. A la gente que le interese este tema podrá conocerlo más, y a la gente que no conozca nada, le permitirá acercarse a este mundo. Fue un fenómeno de masas. Existieron. Han dejado su memoria, su impronta. Está bien que se les recuerde. Si además analizamos el contexto histórico social le daremos un toque cultural y pedagógico importante.
Aquesta entrevista ha sortit publicada a Districte7