La Capa
Luis Candelas
En el momento en que redacto estas notas, domingo por la tarde después del café (hace falta ser borrico para perder el tiempo de esta manera), todavía no se sabe casi nada de los ministrables del icónico Pedro Sánchez Pérez-C, excepto que en el PSC peligran Miquel y Raquel (no porque peligren sino porque les van a proporcionar otros lugares más bonitos y divertidos) y en su lugar, suenan tres señoras por lo menos (dos Nurias y una Eva). Aseguraron, los que están cercanos al presidente, que no se sabe casi nada del más que inmediato futuro de su Ejecutivo, excepto tres cosas: que repetirá la Calviño (porque así lo dio por sabido en el último Consejo de Ministros del martes pasado), que el gobierno tendrá menos sillones, y que quiere constituir un Consejo de Ministros con más relieve político a juzgar de las tensiones que ya se prevén en la legislatura.
Y entonces es cuando algo no me cuadra, porque está claro que, si quiere un gobierno más político, con más altura y capacidad, alguien se ha vuelto loco deslizando el nombre de las dos Nurias. Al menos de una de ellas. La que tenemos más pegada en el tiempo y en el territorio: la ínclita Marín. No porque ella no se vea capaz de sentarse en el Consejo de Ministros, todo lo contrario. Se considera perfectamente habilitada y con todos los méritos. Por algo se sienta a la izquierda del secretario Illa y a la derecha del ministro Iceta, y por algo aplaude como una posesa a todos los que la pueden nombrar alguna cosa. No voy a discutir yo los méritos, teniendo en cuenta que fue ministro Jorge Fernández, Máximo Huerta o Pepito Montilla. Para ser ministro en según qué gobiernos, lo que cuenta es la fidelidad y hacer lo que uno le manden, y no tiene ninguna importancia la capacidad intelectual, dialéctica o de gestión, como es bien sabido.
Los pacientes ciudadanos de l’Hospitalet sabemos, en cambio, que los principales méritos de la alcaldesa consistieron en su momento en decir amén a todo lo que decidía su antecesor, dejarse aconsejar por su equipo de fieles que son pocos pero muy pegaditos, y acomodarse en lo alto de la ola para moverse en la dirección del viento hasta el horizonte, si hace falta. Capacidad de elaboración, reflexión y perspectiva más bien poca; capacidad para explicarse y para argumentar más bien ninguna y capacidad de gestión, solo hay que ver la ciudad. Así que me extrañaría que la llamaran para ser ministra, pero con los “socialistos” cualquier cosa es posible y estas cosas del prestigio y del comer, los mueven por unos vericuetos extrañísimos que para los mortales que todavía sienten respeto por la política resultan indescifrables.
Lo que está claro es que doña Marín querría hacer carrera política. Y en su casa quieren que haga carrera política porque han descubierto que cuando uno se mete en el tobogán solo hay que saber deslizarse y sonreír. ¿No fue ministro el alcalde que le dejó el puesto? Pues si él llegó… ¿a santo de qué no puede llegar ella? O será que ella no ha sabido quitarse la sombra de encima e incluso hacer ver que ya no le conoce…
Que suene para ministrable no debería tener lógica si se tiene en cuenta que Marín hubiera estado en la presidencia de la Diputación hasta que se jubilara y en cambio le dieron puerta, la pusieron de senadora y la metieron en el Federal del PSOE porque a los que saben cosas, mejor mantenerlos en el pesebre que demostrar que se les ningunea. Y seguirá de senadora y de alcaldesa hasta que le den un cargo más alto o hasta que se jubile por edad. Ir al Senado no le ha creado ninguna mala conciencia, todo lo contrario, pese a que substituyó a la alcaldesa de Balaguer que consideraba que no podía compatibilizar ser alcaldesa de un municipio de 17.500 habitantes (como para compararlo con Hospi) y ser, a la vez, senadora. Ella sí que puede hacer compatibles ambos cargos porque esta ciudad nuestra funciona como un tiro y no necesita riendas.
Y como que va a estar en Madrid cada vez que haya sesión de la Cámara Alta o cada vez que haya Comité Federal (y como que alguien le debió decir que para ministra vale cualquiera), dicen que se ha comprado un piso en la capital, en un buen sitio y a precio de mercado, porque en l’Hospitalet cada vez se va a poder vivir menos y aquello siempre es una inversión. Teniendo en cuenta que eso le va a crear problemas de horarios con su cargo de alcaldesa, lleva tiempo intentando cuadrar los días de plenario en la ciudad para poder asistir. En el último pleno, de improviso y sin explicarse, decidió sacar del Orden del Día el punto que hacía referencia a ese cambio en los días y horarios del pleno, cosa que la oposición criticó en la sesión y en una posterior nota de prensa conjunta, por dos razones: porque ni se dignó negociarlo con la oposición pese a que ya no tiene mayoría absoluta, y porque no se entiende, como no sea por pura ambición personal, que no haya renunciado al Senado con lo que tiene en la ciudad.
Ahora imaginaros si la nombran ministra. Un escandalazo. Pero no por la ciudad, que está acostumbrada a funcionar por inercia y a base de sustos urbanísticos, sino para que pueda amortizar rapidito la inversión del piso madrileño. Si es ministra, solo vendrá a Hospi para vender el piso de Collblanc y olvidarse de una ciudad invivible. Y desde luego, ya desde el primer día, no va a necesitar hotel.