La Capa/Luis Candelas
Andaba yo comiéndome una flauta en el Porto Rico, cuando un viejo periodista al que no veía desde el siglo XX me invitó a pasearme por el salón de plenos municipal que, justamente hoy, celebraba sesión. El muy truhan estuvo cinco minutos pegado a mí, y me dejó solo con el ruego de que escribiera un artículo para un sitio que no lee nadie con excepción hecha de cuatro nostálgicos que hacen de la papiroflexia el norte de sus días. Cuando entré en la sala, todo el mundo estaba de pie, en silencio y cabizbajo, y luego supe que se había guardado un minuto de silencio por el ejército de mujeres víctimas de la depravación de los supremacistas con pito, que mantienen el privilegio de conservarlo tras sus crímenes abyectos que parecen no tener fin. Y dio comienzo la salmodia. Los plenos municipales, a los que yo acudía cuando todavía presidía la sala un busto de la culona y se juraba sobre la Biblia, suelen ser el teatrillo angular de lo que se cuece en los interiores de la Casa de los que mandan.
En aquella época, las plumillas tomaban nota y al término de la sesión el alcalde de turno convocaba una rueda de prensa para que los que tenían que informar se enteraran del fondo de las cuestiones, que todo el mundo sabía excepto ellos. Me temo que hoy pasa exactamente lo mismo. O sabes de qué va la cosa o te aburres soberanamente. Entonces los plenos se hacían de tarde y noche. Estábamos en plena dictadura, pero a alguien se le ocurrió que el teatro había que representarlo con público y el público por la mañana trabaja. Ahora es igual. Quiero decir, ahora el pleno se hace cuando le conviene al mandador, porque en realidad da lo mismo si acude la ciudadanía. Se hace por la mañana en general, parece que algún día por la tarde, siempre que la senadora no tenga Senado, y siempre hay el mismo público: una señora que aplaude a rabiar todo lo que dice un tal González de Vox, algún sindicalista de despacho amigo del aparato, y gente como yo que se deja enredar mientras se hace la digestión de la flauta y el carajillo.
De todo lo que se ha hablado, durante las tres horas que he resistido porque cuando me he ido quedaban un montón de mociones de los partidos, me han llamado notablemente la atención cuatro cosas.
La primera, que pese a que el gobierno tiene 13 votos —naturalmente el de calidad en caso de empate— y la oposición 14, en la sesión de hoy faltaba una concejala de los Comunes. Debió ser justificadísima la ausencia porque algunas mociones se perdieron por el empate y el voto contrario de la senadora, que tiene mucha calidad. Teniendo en cuenta lo ajustadito de la asamblea, no sé si la oposición se ha planteado que, excepto casos extraordinarios de justificada ausencia y con conocimiento previo, cuando un opositor falla, no hace falta presentar mociones si el gobierno está en contra. A no ser que este juego de las mociones sea eso: un jueguecito de entretenimiento al que está condenada media Corporación. Bueno, un poquito más de media, porque debemos recordar que la segunda ciudad de Cataluña se gobierna con 13 concejales de 27.
Dejadme un inciso. En las últimas elecciones podían votar en l’Hospitalet 176.000 personas de un censo de más de 265.000; pero en realidad solo votaron 83.700, más o menos. La senadora sacó unos 31.700 y se llevó 13 concejales. Los otros cuatro partidos en la oposición sacaron unos 40.000 en conjunto y 14 concejales. O sea, con algo menos de 32.000 votos de hospitalenses, de un total de 265.000 habitantes, se gobierna hoy esta ciudad sin un pestañeo (como ha ocurrido en los últimos 42), con solo que un concejal no asista al pleno. Que es lo que ha pasado hoy.
La segunda cuestión curiosa. A los portavoces de los partidos, de todos, incluidos los del gobierno, en cada defensa de los puntos del Orden del Día se les suele acabar el tiempo tasado y por lo que dijeron, se quedan en silencio y no se graba lo que dicen. Es una aberración, naturalmente, a la que todos parecen acostumbrados, resignados y obedientes. Debe ser cosa del Reglamento de plenos, hecho probablemente para no escuchar latazos y terminar pronto la función. Como que se trata de una función en la que ya se sabe cómo terminan las cosas, cuanto menos prolija mejor. Mi experiencia me dice que los plenos municipales son como el Parlamento, el lugar público donde se contrastan los pareceres, se reflexiona, se parlamenta… y se vota después de eso, de defender las posturas, de intentar convencer de las propuestas. Eso pasaba en aquellos plenos de los últimos años de la Dictadura, donde los concejales se peleaban, a veces a gritos, y solo se les cerraba la boca cuando el ruido no permitía el entendimiento. Ahora se acaba el tiempo antes de que cada uno exprese su opinión y no hay aquel perímetro de cortesía que hasta la presidenta del Congreso utiliza con amplitud. La senadora dice que se acabó y se acabó. Y la oposición, genuflexa y reverente, asume y calla. ¿Quizás no tendrían que replantearse sus señorías (o lo que sean) que los plenos están para debatir con tiempo suficiente y con los únicos límites que impone la prudencia y el sentido común? ¿No tienen sus señorías, cuando están todos, la mayoría suficiente para cambiar los reglamentos y los estereotipos de cuando se gobernaba con 14 o más?
La tercera. Se tenía que aprobar el presupuesto y la plantilla de personal, pero ha quedado sobre la mesa. Quedó sobre la mesa en el pleno pasado, según me han dicho, el punto donde se precisaba algo así como el calendario de sesiones. En el caso del presupuesto han dicho que se estaba negociando y que no hubo tiempo de cerrar el acuerdo con la oposición. En el pleno pasado se retiró porque no se había negociado. A ver, ¿se ha negociado ya el calendario? Porque esto nos interesa mucho a los hospitalenses, no vaya a ser que la alcaldesa se pierda imprescindibles sesiones del Senado donde los socialistas resultan imprescindibles, como se sabe, porque el PP tiene mayoría absoluta.
Y la cuarta. Entre las pocas cosas que se han debatido mientras yo estaba presente me ha quedado claro que hay un enorme problema con las devoluciones de subvenciones por ayudas de ocupación juvenil que no se resuelven. Da para muchísimo saber dónde está el problema porque, no recuerdo bien la cifra, pero podríamos haber perdido más de medio millón de euros para formación ocupacional, una cosa que ya se ve que no necesitamos demasiado… Y también que hay un enorme problema con la cuestión escolar, las ratios, las infraestructuras, los espacios, y que hay una propuesta de ILP que ha presentado una sindicalista de CCOO, que ha sido rechazada, creo recordar… Y con la seguridad en el edificio del carrer Migdia donde está la policía local y sus cosas… Por último, algo parecido con el área de deportes de la Feixa Llarga y todo aquello que está en el culo del municipio, pegado a un río al que desprecian nuestras autoridades porque son mucho más de piscina y campo de golf. Un lugar dejado, inhóspito y sin control ni vigilancia, que era campo antes y que se asfaltó en su momento para que el Cirque de Soleil tenga donde poner sus cachivaches cerquita de la ciudad. Porque a ellos les falta un sitio y a nosotros nos sobra espacio libre, como también es evidente.
No sé si volver a ir a un pleno. No sé si ellos se lo pasan bien, pero a mí me hacen sufrir…