El ayuntamiento ha hecho mediciones de contaminación acústica pero todavía no han entregado los resultados
La apertura de las terrazas ha sido un error porque crea muchísimas molestias a los vecinos, a pocos metros de las viviendas.
L’HOSPITALET. LLUÍS BERBEL.- Cerca de 600 vecinos, próximos al centro comercial La Farga, padecen desde hace varios años ruidos ensordecedores de las máquinas de refrigeración del recinto, además de los producidos por la apertura de una coctelería cuya terraza da a la avda Isabel la Católica, como si fuera un balcón. También denuncian la luminosidad que producen dos cúpulas del edificio, cuyos rayos se reflejan en las casas. Alguna de ellas ya ha sufrido la quemadura de un sofá y una persiana, por la intensidad de la luz.
“Queremos vivir tranquilos” es el reclamo de estos vecinos, algunos de ellos herederos de las molestias de la antigua Farga (Altos Hornos de Catalunya), empresa siderúrgica instalada en 1900 en la ciudad, y que tras las protestas de los vecinos en los años 80 tuvo que cerrar por esas fechas, por la contaminación que producía en la ciudad.
“Sobre todo durante el verano, tenemos que tener las ventanas y las persianas cerradas, y también por las noches, porque no se puede dormir”, manifiestan los afectados. “El ruido de la gente que se encuentra en la coctelería llega a nuestras viviendas como si estuviéramos en el mismo lugar”, dicen los vecinos, quienes denuncian también falta de intimidad, ya que muchas veces han sido objeto de fotografías por parte de los clientes que frecuentan las terrazas del recinto de La Farga y que quedan justo enfrente de sus viviendas.
Las cúpulas reflejan el sol contra los pisos.
A pesar de existir soluciones para evitar estos ruidos, la actual gerencia no está siendo receptiva a las quejas que les han hecho llegar los afectados de la avda Isabel La Católica, 12, 14 y 16, que son los más perjudicados por estos inconvenientes que produce el Centro Comercial La Farga.
Las quejas han llegado incluso hasta la Síndica de Greuges de l’Hospitalet. “Existen soluciones para estos ruidos, pero no se quieren implementar”, dice German Saavedra, portavoz de los vecinos.
La colocación de filtros y medios para insonorizar los aparatos de refrigeración son algunas de las soluciones. La apertura de las terrazas por el lado de la calle Girona, hubiera sido otra solución ya que el vecindario está muy lejano, existiendo por medio el instituto Can Vilumara que por las tardes/noches y durante el fin de semana, no tiene actividad alguna.
Había otras soluciones para evitar que los establecimientos que producían más ruidos se hubieran ubicado en otro lado del recinto de La Farga.
También las cúpulas y su diseño afectan a los pisos situados en frente ya que sufren el reflejo de los rayos del sol que dan directamente a las ventanas y a los balcones. Una de las cúpulas tuvo que ser modificada, colocando material antirreflejante tras una denuncia del propietario de una de las viviendas cuyos reflejos le quemaron un sofá y una persiana.
El vecindario está cansado y han hecho diferentes protestas solicitando soluciones. “El ayuntamiento, por el contrario, ha modificado los niveles de contaminación acústica de esta calle”, dice una vecina, “y se les permite hasta los 65 decibelios”. Vamos a ir hasta la Conselleria de Sanitat si es necesario: “no se puede vivir”, insisten.
La modificación del recinto de La Farga se produjo en el año 2022 con la apertura de las terrazas lateraales donde, entre otros establecimientos, existe una coctelería que es la que más molestias produce. Los establecimientos de restauración, más tranquilos y que producen menos ruidos, los situaron justamente en el lado de Josep Tarradellas donde menos perjuicio producen, ya que no existen viviendas: “deberían de haberlo hecho al revés”, comenta uno de los afectados.
Los vecinos denuncian falta de intimidad al estar tan próximos los establecimientos.
Todos los documentos y denuncias se han puesto en manos de los diferentes grupos municipales para que presionen con el fin de encontrar una solución definitiva. “Alguno de los grupos ha solicitado las últimas mediciones realizadas para saber el alcance de la contaminación acústica y luminosa, pero por lo que parece todavía no se las han dado”, dice Germán Saavedra. Una vecina manifestó inmediatamente: “esperemos que no suceda como en una de las últimas pruebas realizadas donde, sorprendentemente, las máquinas de refrigeración dejaron de funcionar”.